Internacionales / 21 agosto 2015
Waris Dirie narra en una biografía la mutilación que sufrió en su infancia
Su vida parece arrancada de una novela, y es a la vez terrible y esperanzadora. Nadie podrá reflejarla de forma más fiel de lo que ella lo ha hecho en Amanecer en el desierto, el relato de una niña somalí que creció entre cabras y camellos y que hoy se ha convertido en una de las voces internacionales más firmes contra el oprobio de la mutilación genital femenina. Waris Dirie sabe de lo que habla. Su biografía podría inspirar un relato coral sobre la humillación que sufren cerca de 130 millones de mujeres en África, Asia, América (Brasil) e incluso en determinados guetos de inmigración europeos. Pero no todas han podido realizar el recorrido vital de Waris Dirie, ni han logrado un lugar en el mundo como ella. Su hermana Halimo murió como consecuencia de la ablación. Modelo internacional e imagen de Chanel, Revlon, Benetton o Levis, Waris Dirie creció en el desierto somalí viviendo de choza en choza, cuidando cabras.
Nacida en una familia nómada, fue educada por una madre observadora e intuitiva, aunque sumisa, y un padre autoritario. No sabe exactamente su edad, que calcula en 32 años, pero recuerda que en torno a los cinco fue mutilada. No era más alta que una cabra y su madre la sujetó mientras una anciana le seccionó el clítoris y la parte interna de la vagina. Luego le cosió la herida. ‘No dejó más que una minúscula abertura del tamaño de la cabeza de una cerilla, para orinar y menstruar’, relata en su libro, escrito junto con la doctora Jeanne d’Haem, experta en cultura somalí.
‘En medio de mi dolor vi el de mi madre, sentí el latido de su corazón’, reflexiona la modelo. ‘Ella no estaba de acuerdo, pero tenía que consentirlo para que yo pudiera casarme y ser aceptada. Y entonces fue cuando yo me dije: ‘No voy a sufrir lo que ella está sufriendo, no llevaré esta vida de impotencia ni obligaré a mis hijas a hacer lo que no quiero para ellas’, afirma al evocar aquella atrocidad. Fue el comienzo de una rebelión que la empujó a los 13 años a escapar de su choza y de su mundo familiar para librarse de un matrimonio concertado por su padre con un hombre mayor. ‘Fue una voz interior la que me hizo tomar la decisión de huir’, afirma. La misma convicción que la impulsó, ya en Mogadiscio, a pedir a unos tíos suyos que la ayudaran a viajar a Londres para trabajar de criada. Cuatro años después, un fotógrafo descubrió su luminoso rostro.
Waris Dirie rompió ya en 1995 el silencio que aprisiona a las mujeres mutiladas al revivir su experiencia en público durante una conferencia contra la ablación. Necesitaba expulsar ese dolor, pero al mismo tiempo se sintió culpable por haber roto el tabú familiar y tribal. La ablación somalí es una de las más severas, pero la modelo lo atribuye a la ignorancia y se resiste a creer que los suyos sean unos torturadores. Nombrada embajadora de Naciones Unidas para los derechos de la mujer en África, en línea con su esfuerzo por erradicar la ablación, la ahora neoyorquina Dirie se ha reconciliado con su país y con los familiares que ha podido recuperar a su vuelta. El redescubrimiento de sus orígenes y de un país devastado por la huella de la guerra le ha llevado a crear la fundación Desert Dawn (www.desertdawn.com), destinada a recaudar fondos para la educación de niños y mujeres. ‘Tenemos en marcha un hospital, proyectos educativos para la mujer y talleres para las que han sufrido la mutilación y para las que ya no la padecerán gracias a que se educarán de otro modo’.
Esta refinada y a la vez espiritual Waris Dirie se considera una superviviente. Waris en somalí significa Flor del Desierto, una planta resistente que sobrevive como arbusto en los años en que no llueve. La flor del desierto fue el primer testimonio de Waris Dirie: en él explicó cómo conquistó los focos de las pasarelas. En Amanecer en el desierto, parte de cuyos ingresos de venta irán a parar a su fundación, ha revivido su herida y su consiguiente humillación. Pero no se siente atada al pasado. Tampoco está sola. ‘Cada vez hay más mujeres que hablan. Y muchos hombres admiten que no quieren casarse con mujeres mutiladas, aunque no lo digan en público’. Mientras, 6.000 niñas son sometidas a la ablación cada día en el mundo. ‘Hay mucho que hacer: las mujeres tenemos que unirnos y los Gobiernos que prohíben la mutilación tienen que impedir su práctica clandestina’.