La doctora Lucamen, como la llaman los migrantes que acuden al comedor del padre Lezama en el ejido La Victoria, escucha un sonido familiar y abre: “¿Qué necesitas, hijo?, ¿qué te duele?”, pregunta a quién tocó a su puerta.

 

La psicóloga, Luz del Carmen Morúa Castañeda, especialista en adicciones, es voluntaria del comedor desde hace tres años donde brinda atención a los migrantes. Los atiende en un camper donde guarda los medicamentos que le provee un dispensario del Templo Expiatorio.

 

Lucamen acude todos los lunes desde las 11:00 hasta las 13:00 horas y si no puede acudir el miércoles, seguro va el viernes o viceversa. Un grupo de niños vecinos de La Victoria siempre van a pedirle vitaminas cada semana. También un hondureño acude por vaselina para aplicarse en la herida de su abdomen de donde le sale una sonda conectada a una bolsa para orinar que aún no se ha podido quitar por falta de dinero.

 

“Doctora, me duelen los ojos, ¿no tiene unas gotas?”, “doctora, me arden los primeros dos dedos del pie izquierdo, ¿me puede dar algo?, no sé qué tengo”, “oiga, ¿tiene para la diarrea?, ¿un suero?”, y así, al menos 60 migrantes cada día que le toca ir.

 

Morúa Castañeda no es médico, sin embargo, ha llevado cursos de primeros auxilios en la Cruz Roja y otros tantos de farmacología, pero el apodo se lo pusieron los migrantes porque “cura a la gente”.

 

Después de llegar de Mazatlán a vivir con su hijo en Hermosillo, inmediatamente buscó dónde pudieran necesitar de sus conocimientos, pues siente que el trabajo comunitario es su fuerte.

 

“Los migrantes son gente buena, con muchas necesidades y muy agradecidos. A veces solo necesitan que se les escuche para que se sientan mejor. Yo cuando los veo mal, les pregunto ¿quieres que platiquemos?, y después de una larga charla, se van más a gusto, porque ya alguien los escuchó, se desahogaron”, comentó.

 

Lucamen, de 65 años, es popular entre los indigentes y migrantes que llegan al comedor de La Victoria. Se ha ganado su cariño por la manera en que los trata: con una sonrisa siempre, bromas, palabras maternales y su tiempo.

 

“La doctora” siempre tiene algo para hacerles sentir mejor.

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