CINEFILUS

Por: Javier Barón Rodríguez

13 de agosto de 2016

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El escritor Edgar Rice Burroughs creó un personaje poderoso y fascinante en la segunda década del siglo pasado: Tarzán. Todos conocemos de que va la historia: un niño blanco por razones fortuitas pasa su niñez y juventud en lo profundo de la selva. Arropado por una manada de gorilas, alejado de cualquier contacto con seres humanos, lo que le permite desarrollar un vínculo estrecho, una comunión con toda la fauna de ese hábitat de animales salvajes.

Por las atractivas e inusuales circunstancias en las que se desenvuelve este personaje, ha sido llevado a la pantalla grande en cualquier cantidad de ocasiones: comenzando con las películas de los años 30’s y 40’s en las que el ex-nadador y campeón olímpico, Johnny Weismuller, obtendría fama por interpretar al hombre de la selva. En años más recientes, recuerdo la película ochentera: Greystoke: The Legend of Tarzan, Lord of the Apes. Una buena película en la que se hablaba de la dificultad de este hombre para adaptarse al ‘mundo civilizado’ a pesar del lujo y el confort que este estilo de vida le ofrecía. En los noventas hubo una versión cómica: George Of The Jungle, en la cual se mostraba a un Tarzán torpe y tímido.

La versión que hoy nos ocupa tiene todos los elementos necesarios de un notable blockbuster veraniego. La película ofrece un ritmo cautivador ascendente en emoción respaldado por una narrativa que con precisos flashbacks nos ofrece un panorama claro del desarollo de John Clayton/Tarzán (Alexander Skarsgård) durante su estancia en la selva. La trama es inteligente; mostrando a un Tarzán que se ha adaptado completamente a la vida aristocrática que le ofrece la Inglaterra de finales del siglo XIX, sin olvidar sus raíces y su conexión con el mundo indómito de las selvas africanas.

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Se introduce con gran tino una circunstancia política y social, el colonialismo europeo en Africa, especificamente en el Congo Belga, tierra de grandes riquezas minerales en las que la existencia de enormes yacimientos de diamantes, despierta la avaricia y la mezquindad del Rey Belga, esclavizando a nativos y estableciendo un régimen opresivo y de terror en aras de satisfacer su ambición de poder y riqueza.

Un excombatiente de la guerra civil norteamericana: George Washington Williams (Samuel L. Jackson) le pide a Tarzán que lo acompañe allá para documentar estos abusos y hacerlos públicos a la comunidad internacional ya que justamente en las selvas del Congo Belga él creció. Por lo tanto conoce los territorios a la perfección.

A partir de allí la película es una aventura sin tregua para el espectador, deslumbrante en los paisajes que presenta, sorprendente al mostrarnos los nexos intensos que tiene Tarzán con los animales, estos, lo reconocen, lo respetan, algunos, lo quieren; hasta los leones al verlo le muestran su cariño.

Hay otros aspectos que complementan la solidez del film: el villano, Leon Rom, (interpretado por el extraordinario actor Christoph Waltz), el cual es un antagonista a la altura del protagonista, y la mujer de John Clayton/Tarzán: Jane Clayton (Margot Robbie), que también se crio en el continente africano, una mujer que puede ser dulce y aguerrida a la vez.

Muchas películas veraniegas tienden a abusar de los efectos digitales y visuales, del blue screen para compensar un guion pobre y carente de buenas ideas. Aquí, es todo lo contrario. Los efectos están al servicio de una buena historia, enriqueciéndola y dotándola de una magnificencia visual espectacular. La secuencia en la que Tarzán llama a todos los animales de la selva para pedirles ayuda es una que todo cinéfilo disfrutará. The Legend Of Tarzan, nos deja observaciones interesantes sobre la aberración de la esclavitud, acerca de la armonía y entendimiento que puede lograrse entre los humanos y los animales salvajes.

Acción y aventura de primer nivel.

8.5 Barones.

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