Por: Manuel Espino
3 de Agosto del 2015
Pocas compañías han causado polémicas tan tormentosas en tan poco tiempo como Uber. Fundada hace apenas un lustro, esta compañía global se encuentra en el ojo del huracán por haber venido a cimbrar el transporte público por medio de taxis.
Actualmente en nuestro país han causado una conmoción las imágenes de carros de Uber vandalizados por presuntos taxistas en las inmediaciones del aeropuerto de la Ciudad de México, pero el problema dista mucho de ser nacional.
En ciudades como Bruselas, Berlín y algunas de la india, así como en toda España y en Brasil, el servicio de Uber ha sido prohibido (en algunos casos se restableció). En París fueron arrestados dos ejecutivos de esta compañía el pasado 29 de junio. También en países como Australia y Estados Unidos hay actualmente litigios entre gobiernos locales y esta empresa global.
Así como hemos visto protestas en Guadalajara y en la capital del país, lo mismo ha sucedido en Colombia, Inglaterra, China, Brasil, Italia, Francia, España, la India, Alemania y, como dice el dicho, “más lo que se acumule esta semana”.
En el caso de México, y muy especialmente de la capital, se ha vuelto evidente que la tecnología ha ganado por mucho la carrera al marco jurídico. Existen serios huecos en la ley que hasta el momento solo han sido medianamente subsanados y que siguen siendo percibidos como injustos por los taxistas, tal como han demostrado sus violentos exabruptos.
Es necesario, sin embargo, recordar que una vez que un sistema tecnológico prueba ser útil y resolver una necesidad de la sociedad, es inútil prohibirlo pues seguirá siendo utilizado; más vale legislarlo con pertinencia y visión de futuro. Allí está el caso de las industrias de la música o del cine, que en un principio fueron amenazadas por la Internet y al final encontraron la manera de sacarle provecho.
Está claro que Uber es una forma evolutiva del transporte, que da empleo y calidad en el servicio. Es tan alto el nivel de satisfacción de sus usuarios que difícilmente podrá desaparecer.
Ciertamente, es lamentable que, según representantes de Taxistas Organizados de la Ciudad de México, las ganancias para sus agremiados hayan caído al menos en 30%. Pero más que utilizar su músculo político para intentar bloquear a Uber, en detrimento de los usuarios, tendrían que capitalizar esta situación como una oportunidad para mejorar. No podrán ganar con leyes lo que son incapaces de ganar con su servicio.
No se trata de inmovilizar a Uber, lo cual resultará prácticamente imposible en los hechos. En México y en otros países, el verdadero enemigo del taxi es la corrupción de las autoridades de transporte, la sobrerregulación, el abusivo cobro de impuestos, el uso de las agrupaciones de taxistas como brazos políticos en las manifestaciones políticas y en las elecciones, así como la tolerancia de ciertas autoridades a los “piratas”.
Es decir, lo sano, para los propios taxistas y para los usuarios no es que desaparezca Uber, sino que en todas las ciudades del país comience una reforma que transparente plenamente el otorgamiento de placas y la inspección de la autoridad a los servicios de transporte público. Solo así choferes y usuarios saldremos ganando.
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