CIRCO, MAROMA Y RADIO
Por: Leobardo Alvarado
21 de Enero del 2016
leobardo@apsonfm.com

A propósito de la recaptura de Joaquín Guzmán Loera, alias “el Chapo”, valga recuperar un poco de historia para hablar de la corresponsabilidad.

El término “La plaza”, Terrence Poppa es quien primero habría de conceptualizarlo en su célebre libro Drug lord publicado en 1990, y en el que relata la vida del narcotraficante Pablo Acosta Villarreal y el pueblo fronterizo de Ojinaga como centro de operación para el trasiego de droga hacia Estados Unidos, actividades que se llevaban a cabo bajo la protección de las autoridades, tanto locales como federales y militares.

Al respecto, lo que dice Poppa:

“Durante décadas, los informantes mexicanos trataron de explicar el sentido de esta idea a sus contactos encargados de hacer cumplir la ley en los Estados Unidos. Cuando alguien tenía la plaza, significaba que le estaba pagando lo suficiente a una autoridad o autoridades a fin de asegurarse de que no sería molestado por la policía federal o estatal o por el ejército. El dinero iba ascendiendo los peldaños, con repartición de porcentajes en cada uno de los niveles de mando hasta llegar al gran protector dentro del esquema.

El poseedor de la plaza tenía dos obligaciones: generar dinero para sus patrones y ofrecer sus servicios de espionaje para señalar los operadores independientes, o sea a aquellos narcotraficantes y productores de drogas que buscaban evitar pagar el tributo necesario. Los independientes eran los que resultaban aprehendidos por la Policía Judicial Federal Mexicana, el equivalente del FBI, o por el ejército.

En ocasiones, las autoridades protegían a su hombre de las facciones rivales; pero otras veces no lo hacían, optando por una variante de selección natural a fin de determinar quién iba a dirigir la plaza. Si el poseedor de la plaza era arrestado o eliminado por las autoridades, podía deberse a que había empezado a aparecer en los diarios con suma frecuencia. Otras veces la presión internacional era tan intensa que el gobierno se veía obligado a proceder en contra de un individuo específico.

Era un sistema que le permitía a ciertas autoridades mantener un control en la cuestión de las drogas y al mismo tiempo obtener ganancias de una manera sumamente cómoda.

Sugiere Peter A. Lupsha[1] en el prólogo del libro que al proponer el significado de la plaza como lo hace Terrence Poppa se va “más allá del estrecho enfoque de la moralidad individual y [se] ofrece perspectivas más amplias y herramientas conceptuales para entender los orígenes destructivos del narcotráfico.”

De hecho señala Lupsha que “Poppa expone la verdad brutal que muchos en Washington D.C. todavía se resisten a creer: que el tráfico de drogas en México es controlado desde arriba por agencias clave del gobierno, las instituciones políticas y la élite de los funcionarios públicos. Los narcos, a pesar de sus riquezas y su violencia, son meros instrumentos del sistema”.

Dice también el académico  Peter A. Lupsha que Poppa lo que ha logrado con su obra es hablar de una de las historias más relevantes de “nuestra época”. Afirma, que “uno de los verdaderos problemas a que se enfrenta Estados Unidos, como víctima de la narcodelicuencia, es un sistema gubernamental de explotación y corrupción al sur de la frontera, que controla y maneja a los traficantes para su propio beneficio”.

Agrega que al salir la primera edición del libro, eran tiempos en que “la gubernatura de Fernando Baeza Meléndez en el estado de Chihuahua, los cuarteles de la policía federal ubicados allí y las agencias de policía de todo el estado, por no mencionar las agencias federales clave como la agencia de Aduanas, se encontraban bajo el férreo control de este complejo sistema de protección”.

Sin embargo, a lo anterior un cuestionamiento tendría que hacerse desde la corresponsabilidad estadounidense en ésta historia que nos alcanza ahora en la figura de Joaquín Guzmán Loera. Porque esa corresponsabilidad, no sólo nos llega con la historia de un narcotraficante, sino en algo más concreto que lastima a la sociedad.

Allí están como ejemplo los casos: “Irán-Contras” en su momento, y lo que sucedió con el programa “Rápido y furioso” no hace mucho tiempo.  O véase como se materializa el usufructo político del tema de las drogas, pero que sabemos deriva en extender la frontera estadounidense hacia la región sur de México donde los migrantes están sufriendo las consecuencias de esas decisiones políticas (http://goo.gl/sx3amX). Allí están las miles de personas que han sido asesinadas y las que sufrieron la desaparición forzada o tortura para recordarnos la realidad.

En adelante es probable que como antes se ha hecho para presionar políticamente a México y la región mesoamericana, lo que veremos es que la  extradición de Guzmán Loera se convierta en un pretexto político perfecto para que fiel al uso político se utilice para apretar aún más lo que Estados Unidos inicio con la militarización y oficializó bajo el concepto de terrorismo. Vale pues cerrar con otras premisas que plantea Peter Lupsha sobre la obra de Terrence Poppa. Dice: “Los molinos de los dioses muelen lento pero fino. Las cosas están cambiando en México. Los principales partidos, las instituciones y élites, y sus enraizados sistemas de corrupción, siguen en su lugar, pero la estructura empieza a agrietarse. El Partido Revolucionario Institucional está tan decrépito y tambaleante como lo estaba el Partido Comunista en la Unión Soviética hace una década.”

Dos cuestiones valga apuntar sobre lo anterior. La historia de los últimos treinta años ha demostrado que el tema del narcotráfico a causado mucho trabajo a esos “dioses” que quizá se esté pensando se representan en Estados Unidos. Quizás haya que cambiarles de molino. Y el tema de la extinta Unión Soviética contra el problema social que es el narcotráfico, políticamente es distinto en cuanto a acciones que lleven a controlarlo. Es decir, aquí sí el enemigo se tiene en casa.

Aunque también Lupsha afirmaba entonces que “Es probable que veamos a muchos traficantes y zares de la droga como Pablo Acosta ir y venir y a las franquicias de la plaza cambiar de manos a lo largo de toda la frontera antes de ver cambios reales en el sistema mexicano”.

Así pues, sin duda hay una corresponsabilidad que está en las omisiones y acciones de Estados Unidos y México para mantener su “guerra contra las drogas”.

Por lo pronto, no se deje de observar que ya en Argentina recién el gobierno de Macri a utilizado el tema del narco para acusar a su antecesora en la presidencia de ese país (http://goo.gl/loskEl). Ello, quizá nos indique que se requerirá un molino más grande de esos “dioses” para acabar con el narcotráfico o dominar a una latino américa a la que le queda mucho por dar pelea.

[1] Profesor emérito y decano del Latin American Institute de la Universidad de Nuevo México (Alburquerque, octubre de 1997)

JUAREZ, UNA CIUDAD DE DERECHOS.

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