CINEFILUS
Por: Javier Barón Rodriguez
5 de Diciembbre del 2015

La novela clásica de Mary Shelley ha tenido cualquier cantidad de versiones para la pantalla grande; desde la de 1931 del director James Whale hasta la versión de los 90’s de Kenneth Branagh con Robert de Niro interpretando al monstruo. Por mencionar algunas. Ante tanta reiteración, la vía adecuada para abordar de nuevo una historia que se ha contado muchas veces es desde una nueva vertiente, un enfoque que se centre en el científico creador y no en la criatura de su invención.

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Victor Frankenstein, hace especial énfasis en la obsesión de un hombre brillante por expiar las culpas y remordimientos que lo carcomen por dentro, un trauma infantil derivado de la perdida de un ser muy cercano en un evento trágico del cual él se siente responsable. Estupenda y frenética la interpretación de James McAvoy, su personaje vive con una intensidad que coquetea con el delirio con tal de conseguir su objetivo. Hay buena química en pantalla con su brillante ayudante (Daniel Radcliffe) un joven que es rescatado de un ambiente opresivo y adverso de manera fortuita por el científico, brindándole una nueva vida y la posibilidad explotar su talento para la medicina y alcanzar el amor de la mujer que siempre ha querido.

Es notable el diseño de producción, una impecable recreación de la época, aunado a un interesante trabajo de fotografía que nos muestra aspectos de Londres y los vastos bosques de Escocia, ambos sombríos, nublados, con neblina, grisáceos.Una atmósfera que armoniza con el tono del relato. Hay una confrontación entre la fe y el libre pensamiento, una pugna que se dirime cuando el científico se percata que el ser que ha creado respira, más no vive en toda la extensión de la palabra.

Jugar a ser Dios es una apuesta que no puede ganarse. El director Mc Guigan dota al filme de un ritmo vigoroso, vivaz. No podía ser de otra manera; la linea narrativa fundamental es trascender la muerte, eliminarla, hacer de la inmortalidad una realidad y de la posibilidad de crear vida donde ya no la hay. El subtexto constante habla sobre el valor incalculable de la vida y de vivirla con intensidad sin mirar atrás. 8 Barones.

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